Rutas de la sabiduría comunitaria y concejil.
Caminos del buen gobierno y de la buena vecindad
TAJA (Teverga)
El cuidado de la vecera
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Hay trabajos comunales que son símbolos excepcionales del “buen gobierno” de los pueblos y del sentido de sus tradiciones. Uno de ellos es el cuidado de la vecera.
Como en muchos pueblos ganaderos en Taja existía un rebaño comunal conformado por las ovejas de todos los vecinos. El cuidado de estos animales era responsabilidad de la comunidad y estaba regulado por la tradición: Todas las mañanas cada vecino sacaba sus ovejas de la cuadra y las subía a este lugar, al que conocen como El Turrichón. Cada día una persona diferente recogía aquí al rebaño y se encargaba de subirlo al puerto. Al repartirse el trabajo de esta manera cada vecino subía una vez al mes o cada mes y medio.
A la vuelta del puerto cada oveja volvía sola a su cuadra donde esperaba a que su dueño le abriera la puerta. Únicamente había que recoger en el Turrichón a los corderos más pequeños, que todavía no sabían a dónde ir. Sus dueños subían a “xebrarlos”, a separarlos de los de los demás vecinos.
El oficio del pastoreo, como todos los saberes populares, se aprendían desde la infancia: acompañando a la familia y demás vecinos. En el cuidado de la vecera, por ejemplo, ponían atención al cómo proteger al rebaño del lobo, cómo reconocer los montes comunales y propios… Cuenta Ferino Álvarez que «cuando la sombra acariciaba la sierra de Penallaza» sabían que era la hora de volver a casa.
La fuente
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Las fuentes son lugares clave para el desarrollo de la vida en común. Alrededor de ellas los vecinos y vecinas se reunían esperando su turno para recoger agua. En Taja estas esperas eran especialmente largas ya que existía un único caño del que, a partir de otoño cuando llegaban las nieves, apenas caía un fino hilo de agua.
La nueva traída del agua fue una decisión tomada en concejo y la construcción de las zanjas para enterrar los tubos corrió a cargo del pueblo. Supuso una mejora muy importante para la vida cotidiana de la vencida, especialmente para las épocas en las que escaseaba tanto el agua.
Los vecinos y las vecinas recuerdan acercarse con sus calderos a hacer turno al terminar las faenas del día. Aquí se podían juntar hasta 30 personas, especialmente la juventud, que aprovechaban para charlar casi hasta la madrugada.
Así nos lo cuentan Natalia Álvarez y Ferino Álvarez, vecinos de Taja, que aseguran: lo vivieron.
La llamada a junta
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En Taja los vecinos llamaban «a Junta» y hacían Junta como en otros lugares Concejo.
Las juntas de Taja eran muy numerosas. En ocasiones más de 100 personas se reunían ocupando el camino y el corral. En uno de sus pilares aún son visibles los clavos que sujetaban los llamados a junta. Aunque hay quienes recuerdan la convocatoria oral, avisando de casa en casa. Las reuniones eran presididas por un alcalde (elegido por el pueblo) y todos los vecinos participaban. Decidían acerca de las sestaferias, el aprovechamiento de los pastos comunales, subastas, celebraciones… Acordaban los temas importantes por mayoría: levantaban actas de las resoluciones tomadas y, afirma José Ramón Arias que llevaban una metódica contabilidad de los gastos e ingresos del pueblo.
Señalan los vecinos y vecinas la importancia de estas reuniones para mantener “el buen gobierno y la buena vecindad.
Ven al lugar donde se tomaban las decisiones comunitarias en Taja en este vídeo 360º
Los vídeos 360º ofrecen una experiencia inmersiva de presentar contenido audiovisual que permite explorar virtualmente un entorno en todas direcciones, ya sea hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados o hacia atrás. Puedes explorar el video utilizando controles interactivos, como arrastrar el ratón o mover el dispositivo móvil en la dirección deseada.
El Corral de Concejo
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Prindar el ganado que está pastando indebidamente es una costumbre representativa de la soberanía de los pueblos ganaderos sobre su territorio. El detalle de su proceso, reflejado también en ordenanzas, muestra el alto nivel de organización.
La prindada tenía lugar cuando los vecinos de Taja encontraban reses de otros pueblos en sus montes comunales, alimentándose de los pastos sobre los que no tenían derechos. La junta vecinal decidía si se “prindaban” estos animales, es decir, si se bajaban al pueblo y se cercaban en el Corral de Concejo hasta que el propietario viniese a recogerlos.
Entre todos los vecinos y vecinas se repartían el cuidado de los animales “prindados” en el Corral de Concejo. Había que pagar un tributo para llevarse de vuelta las reses, nomalmente vacas, aunque a veces también caballos y yeguas. El dinero que pasaba a convertirse en riqueza para el pueblo.
En la actualidad este espacio del Corral de Concejo está modificado para favorecer el tránsito de coches. Antiguamente el corral era más amplio y tenía unas cancillas para contener a las reses, que en ocasiones podían ascender hasta a 30 cabezas.
La vecindad
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La buena vecindad en Taja es tradición. Pasado y presente: un legado de la comunidad.
Pilar Alonso recuerda cómo estas relaciones se manifestaban en los trabajos campesinos, faenas que los vecinos hacían en común. La esfoyaza, la matanza, la recogida de la hierba y del centeno… eran tareas obligadas para subsistir, pero también momentos de unión y de celebración.
Ahora, los nuevos y nuevas habitantes reconocen sentir esa buena vecindad en la acogida, en la cercanía, que les hace sentir parte de la comunidad.
La gestión de los pastos
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Todos los vecinos de Taja están de acuerdo en que estas veigas comunales son el lugar más importante del pueblo. Representan un cruce de caminos, un lugar de encuentro, reunión y celebración. Por estos terrenos transita el Camín Real de la Mesa y los cimientos de una antigua capilla nos dan una pequeña pista de la antigüedad del aprovechamiento de este espacio.
De los pastos de este lugar dependía la subsistencia de los vecinos hasta hace no mucho. De ellos se nutrían las reses de todos ellos y el buey del pueblo. Aunque es un espacio abierto todavía se pueden encontrar algunas señales que delimitaban las suertes que cada vecino podía segar para sí. El resultado de estas siegas eran los famosos ramos de los que los tajeranos y tajeranas se enorgullecen. Entre ellos es conocido el dicho “Más pesao que un ramo de Vega Cueiro”.
Las actas vecinales reflejan una compleja organización de estos recursos. En las juntas los vecinos decidían cuándo se podía segar y cuándo no, cuáles eran las multas estipuladas… Entre todos designaban a un guardián de los animales, el mesqueiro, que recibía como pago el dinero obtenido de la subasta de los ramos de hierba segados en estos terrenos comunales.
En Vega Cueiro tiene lugar la fiesta más celebrada de Taja, importante también para otras localidades ya que en ella se reúnen habitantes de los 3 concejos limítrofes (Teverga, Somiedo y Belmonte) para celebrar en común. Esta fiesta estuvo perdida durante varios años y su recuperación es identificada por algunos vecinos como uno de los momentos más importantes en la vida reciente del pueblo.
A pesar de todo ello, las lindes de estas tierras no estuvieron establecidas y reconocidas en la legalidad actual hasta hace muy poco tiempo. Para ello los vecinos y vecinas de Taja han tenido que mantener una lucha de varios años, que les ha permitido obtener su titularidad y gestionar sus terrenos comunales de forma independiente.
Disfruta de una vista panorámica en 360º desde la Vega Cueiro
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