Rutas de la sabiduría comunitaria y concejil.
Caminos del buen gobierno y de la buena vecindad
CALEAO (Caso)
La escuela
43.15639, -5.41298
Caleao puede presumir de haber contado con una de las primeras escuelas de nuestro país. Algo excepcional, comenta Miguel Aladro. Una auténtica declaración de las inquietudes y la determinación de los vecinos de Caleao para llevar a cabo “su buen gobierno”.
Así lo constata el acta fundacional, en piedra, colocada sobre uno de los muros del edificio donde se ubicó esta primera escuela. Señala que se construyó: “a costa de los vecinos de la parroquia”. Nos recuerda también la fecha de origen 1786, tres años antes de la Revolución Francesa, explica Miguel para contextualizarnos.
La instrucción más formal en la escuela era complementaria al aprendizaje de la vida en sociedad, que se daba día tras día en la comunidad. Todo el pueblo educaba a través de la cooperación y la ayuda mutua en las labores cotidianas.
Las sestaferias
43.15231, -5.4095
Las sestaferias son trabajos comunitarios que se hacen para el bien del pueblo, nos sintetiza José Luis Gonzalo. En Caleao hacen sestaferias muy a menudo y se deciden en concejo: limpieza de caminos, arreglos, construcciones, mantenimiento del pueblo…
Antiguamente todo el mundo tenía la obligación de participar en las sestaferias. Cuando alguien no acudía se le aplicaba una multa de una peonada, -el equivalente a un día de trabajo- para favorecer la “buena vecindad” y sumar beneficios al pueblo.
Una de las sestaferias más importantes que recuerdan los vecinos de Caleao es la reconstrucción del camino de los Arrudos. Una riada destrozó varios kilómetros de una senda vital: por ella suben las reses hasta el puerto de Cotorgán. Perder el acceso a estas vegas era una pérdida inimaginable para un pueblo que vivía casi única y exclusivamente de la ganadería.
En un ejemplo excepcional de unión y colaboración, los vecinos de Caleao se organizaron para trabajar y volver a abrir con su esfuerzo esta ruta que ahora es conocida por todos.
Los Arrudos
43.13942, -5.41275
Por el camino de los Arrudos suben las reses de Caleao para alimentarse de los pastos del puerto de Contorgán durante la mitad del año. Este trayecto ha sido durante siglos de vital importancia para la subsistencia de cientos de familias en Caleao.
En 1978 una riada hizo desaparecer esta ruta, llevándose por delante casi 3 km del camino original. Perder el acceso a estas vegas era una pérdida inimaginable para un pueblo que vivía casi única y exclusivamente de la ganadería.
Organizándose en turnos de mañana y tarde, todos los vecinos participaron trabajando en sestaferia, dando apoyo a un equipo de dinamiteros al que contrataron para las tareas. José Luis recuerda ver de niño a su padre trabajar en los turnos de mañana.
En un ejemplo excepcional de unión y colaboración, los vecinos de Caleao se organizaron para trabajar y volver a abrir con su esfuerzo esta ruta que ahora es conocida por todos.
La Guariza y Contorgán
43.15589, -5.41222
“Los bienes más importantes de Caleao son Contorgán, montes de Lleres, vega Isornu y La Guariza”. Así de contundente es Serrano al hablarnos de los montes comunales del pueblo. Y tiene todo el sentido si nos damos cuenta de que de estos territorios dependía la alimentación de la ganadería de Caleao, y por consiguiente la supervivencia de sus vecinos y vecinas. En estos montes los vecinos también extraían madera para leña, construcción, usos agrícolas, etc.
La conservación y el uso de estos montes estaba perfectamente organizado, siendo un ejemplo excepcional de “buen gobierno”.
En el Puerto de Contorgán se asignaba un cabecero para cada majada, es decir, un vecino encargado de organizar el trabajo en cada zona: abrir y cerrar presas para regar los pastos, cerrar “maedes”… Serrano recuerda cómo estas decisiones se tomaban entre todos los vecinos en las reuniones de concejo, donde también se decidía el prindado de las yegüas cuyos propietarios no tenían derecho de uso del monte comunal.
Un caso particular es el monte de la Guariza, ahora propiedad del Ayuntamiento de Campo de Caso. Este pequeño terreno que da sombra al pueblo de Caleao ha vivido diferentes usos a lo largo del tiempo. Entre las que Serrano tiene constancia: primero como pasto para una pareja de bueyes que se utilizaban en las tareas agrícolas; más tarde las que pastaban eran las vacas de la yunta, es decir, aquellas que los vecinos de Caleao utilizaban para arar, carretar la hierba, ordeñar la leche del día, etc. Con el paso del tiempo la Guariza empezó a utilizarse para segar helecho con el que se hacía la cama de las vacas en las cuadras.
Aunque él no lo vivió y los documentos que así lo demostraban se han perdido, Serrano y sus vecinos saben que dos partes del puerto de Contorgán se vendieron (una parte a Castilla y León y otra parte al concejo de Aller) para sufragar obras de mejora en la iglesia.
Arquitectura popular y andecha
43.15612, -5.41195
La construcción de una vivienda o una cuadra era un momento privilegiado para ser testigo de la buena vecindad de los habitantes de los pueblos.
Se realizaba en andecha, todo el mundo ayudaba: carretando piedras, preparando la madera… Como bien explica Miguel se trataba de “panes emprestaos”. Pura reciprocidad. Después de la andecha venía la garulla. Una humilde comida que se ofrecía tras la jornada laboral a quienes habían venido a ayudar y que podía consistir en fruta de temporada.
En Caleao la arquitectura popular no solo está materializada en las pequeñas construcciones: viviendas, cuadras, casas de aperos… Hubo un tiempo (1820 a 1823) en el que esta localidad fue capital del concejo de Caso y sede de su ayuntamiento. Miguel nos cuenta que de esta época no conservan documentos pero gracias a la tradición oral conocen qué casa era el ayuntamiento, cuál el juzgado, cuál la cárcel…
La cooperativa y el molino
43.15552, -5.41191
En los pueblos con tradición de concejo abierto es habitual que el espíritu de autogobierno se ponga de manifiesto en otras esferas de la vida cotidiana. Un ejemplo de esto es la cooperativa de Caleao, una asociación vecinal cuyo objetivo era proveer de productos básicos a los asociados y de pienso a su ganado.
Antonín nos explica que eran muy pocos los vecinos y vecinas que no formaban parte de la cooperativa, que contaba con un local detrás de la iglesia. En este espacio de reunión vecinal se recogían los encargos de las personas asociadas, principalmente productos de alimentación.
La cooperativa se hacía cargo de solicitar los pedidos a un comerciante y de centralizar los pagos.
Con el tiempo, gracias al buen funcionamiento de la asociación, la cooperativa se hizo con un molino industrial. Más barato y eficiente que los tradicionales molinos de piedra, se utilizaba durante determinados meses al año para triturar piensos para el ganado: cebada, trigo, maíz..