Rutas de la sabiduría comunitaria y concejil.

Caminos del buen gobierno y de la buena vecindad

BANDUJO (Proaza)

Cementerio comunal

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En el cementerio de Bandujo, prevalece un sistema de organización por el que las tumbas no tienen propiedad individual. Nadie tiene su tumba en posesión. Cuando alguien fallece, ocupa el lugar de quien llevaba más tiempo en el cementerio. 

Cada 1 de noviembre la vecindad mantiene viva la tradición cubriendo los 27 espacios de entierro con trabajadas mantas florales. Para preparar estos arreglos, los habitantes de Bandujo cultivan y cuidan las plantas en sus hogares durante todo el año. Ya desde el día previo acuden al cementerio para los preparativos: dan forma a las tumbas, hacen los dibujos y ponen las flores. Como algunas sepulturas guardan los restos de más de una persona, el día del alumbrado puede que varias familias se encuentren en la misma tumba.

Aquí todos nos llevamos bien, dice Raquel García, la presidenta de la asociación de vecinos. Incluso si hay alguna familia que no ha podido venir, o personas sin familiares vivos, la tumba no queda sin decorar, se arregla  como todas las demás.

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Ataúd comunal

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Hay comunales grandes como un monte y otros tan pequeños como un ataúd:

Bandujo conserva esta pieza de madera tallada, con andas. Se utilizaba para llevar los cuerpos desde los hogares de los difuntos hasta el cementerio. El ataúd no se empleaba para el entierro en sí, sino únicamente para el traslado. El cuerpo de la persona fallecida se envolvía en una sábana y, una vez en el cementerio, se retiraba la tapa del ataúd y se depositaba al difunto en la sepultura, todas ellas de tierra y sin propiedad individual.

Jose María Siñeriz nos comenta además que probablemente esta tradición funeraria fue una influencia de otras regiones: Bandujo se encuentra en el Camino Real de la Mesa, una antigua ruta que conecta León con Asturias con gran paso de personas.

Manolita, Raquel y Chema nos muestran el ataúd, al tiempo que revisan su estado de conservación, los detalles de la tallas y los diferentes sistemas de cierre. Se encuentra en buen estado pero señalan que, además de una limpieza, lo quieren restaurar. Es un patrimonio del pueblo que quieren conservar: además de luchar contra el paso del tiempo ya han tenido que impedir que se lo lleven. 

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Concejos abiertos y juntas

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Existe documentación que recoge la celebración de concejos abiertos desde hace muchos siglos. El hecho de que los bienes comunales de Banduxu aparezcan recogidos en el año 863 nos hace pensar que bien podrían tener su origen, como mínimo, entonces. 

Con los cambios administrativos, ahora es más habitual escuchar a los vecinos hablar de juntas vecinales, en las que mantienen la tradición de tomar las decisiones por consenso.

Un alcalde elegido por el pueblo convoca y preside las sesiones que tratan de los temas sobre los que tienen derechos. Daniel Tuñón nos habla de su convocatoria y del lugar donde se celebraban: La reguera.

Quién puede participar en las juntas con voz y voto es otro de los temas clave: participa una persona de cada casa, tradicionalmente los hombres y mujeres viudas. Hoy ya, mujeres y hombres indistintamente.  Mabel Suarez recuerda cómo sobre derecho a participar se ha tenido siempre especial celo y cuenta cómo en una ocasión, en representación de su casa fue su padre, aun no siendo del pueblo, pero actuando en nombre de la familia. 

Todas las juntas son importantes porque cuando llamas lo haces por una causa justificada, comenta el actual alcalde Ramón García. Fundamentalmente destacan los temas de pastos, la organización del cuidado de sus bienes mediante sestaferias. De ellas, de las más señaladas por los vecinos, dada su complicación, son las que incluyen labores de despedrear y empedrar los caminos. Señala Ramón que en las sestaferias también participaron y  siguen haciéndolo las mujeres. 

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La vecera y sus caminos

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En Bandujo los vecinos tienen muy presente los recuerdos de la vecera. Benita Álvarez vivió aquellos tiempos y nos lo cuenta con Daniel Tuñon. 

Periódicamente la vecindad se turnaba para asumir los cuidados de las ovejas llevándolas a los terrenos comunales. Dependiendo de la temporada, una o dos personas realizaban los turnos. Si iban dos personas, generalmente eran  de casas adyacentes. 

Por la mañana se subía el ganado al puerto. Las personas responsables de la vecera iban acompañadas por perros que ayudaban en el pastoreo. Solían llevar consigo un saco por si alguna oveja paría y a la vuelta era necesario transportar los corderos en él. Por la tarde, pastoreaban a las ovejas de regreso al pueblo y al llegar a la Reguera cada animal iba para su cuadra. Los corderos eran separados del rebaño en un proceso conocido como “xebrar».

Utilizaban el conocido como Camín de la Vecera, una vía exclusiva para este propósito, con ciertos atajos para llegar a lo alto del puerto. Estos senderos eran más estrechos y específicos para el tránsito hacia la zona de pastoreo. Benita Álvarez cuenta que había dos vías diferentes.

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El Rabilón

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El rabilón es un molino de tracción manual, pisón: diseñado para pelar la escanda en lugar de molerla. Este proceso prepara el grano para llevarlo al molino y convertido posteriormente en harina. Previamente, el grano pasaba por un arduo proceso en el que se sometía al fuego para quemar la espiga y posteriormente, durante el rabilado se eliminaba la «poxa» (cascabillo que se desprende de la espiga).

El trabajo de rabilar requería el esfuerzo de cuatro personas, ya que era necesario mover una manivela de 40 kg de peso. Quienes aportaban el grano participaban activamente en el proceso de rabilar por lo que el Rabilón se convertía en un lugar de reunión y trabajo dentro del pueblo.

Florentino Fernández relata cómo por norma general,  integrantes de la misma familia que proporcionaba el grano, se ofrecían para trabajar, y se llegaba a un acuerdo para contratar a aquellas personas extra que fueran necesarias. La comunidad se solidarizaba y ofrecía ayuda en caso de que alguna familia no tuviera suficientes personas disponibles para completar la tarea.

Esta labor implicaba un coste que podía ser cubierto de dos maneras: mediante el pago de una tarifa por el uso del rabilón, o bien pagando una parte en efectivo y otra en maquila [porcentaje del producto final].

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La escuela

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Esta escuela no se vendió. Los vecinos se negaron a las intenciones del ayuntamiento del que dependen en una junta que recuerdan como ardua y áspera. Se opusieron rotundamente, señala Daniel Tuñón. Ramón García, que era un niño entonces, recuerda aquél momento y cómo se pronunció con fuerza: La escuela es del pueblo y no se vende.  

La construcción de la  escuela fue resultado de la colaboración de los vecinos; desde la cesión del terreno, hasta la aportación de mano de obra y materiales, como la piedra y la madera necesaria para su construcción. Beatriz Suarez guarda en su memoria el recuerdo de su padre hablando de ello.

Otras se vendieron, pero la de aquí no. No tenían por qué, señala Benita Álvarez. Este acto de afirmación supone para los vecinos un hito y quizá por ello en la actualidad es el corazón del pueblo: punto de encuentro, de reuniones y juntas vecinales. 

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Abres

(Vegadeo)

Somao

(Pravia)

Taja

(Teverga)

Lledías

(Llanes)

Parres

(Llanes)

Páramo

(Teverga)

Lastres

(Colunga)

Poreñu

(Villaviciosa)

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